Por Juan Alcides Losada Foronda
Este sábado fuí partícipe de un acontecimiento que nunca antes tuve el privilegio, o la suerte, de disfrutar. Desde unas semanas atrás se mascullaba entre la fanaticada beisbolera que el esperado “try -out” (que fuera cancelado a principios de mayo por un inoportuno accidente doméstico del protagonista) sería a finales de julio, pero sin precisar fecha; solo unos pocos días atrás una llamada de mi primogénito me confirmaba el día: 26 de Julio, sin especificar hora exacta ni el lugar, solo que sería en la mañana de ese día y en Miami.
Antier Roldy desvió el curso de un viaje y me dio “la última” y “de primera mano”: “Es en el estadio de la UM, a las 11… acabo de pegarle la gorra al 38…” ¿“Y qué hago con mi boleto de avión para las 8:00 am de ese mismo día?”, me dije pensando en mi añorado viaje al terruño….
¡A cambiarlo!… Y así lo hice, me voy el miércoles y espero que mi linda esposa me sepa perdonar… Y heme aquí, en el estadio de la University of Miami, una hora y tanto antes del inicio de la fiesta, sí, porque esto es una verdadera fiesta apologética de la destreza, la habilidad y la autosuperación.
Veo a “viejos” conocidos, conozco a otros tantos “amigos” (los de Facebook, los “virtuales”), y los más: una pila de “extraños” que hablan una ensalada de variaciones idiomáticas, algunos con unos tabacones que imagino puedan ser de capas cubanas….y llega el hombre, mostrando una humanidad de puro músculo, con su sonrisa cortada, nos abrazamos y besamos (esto era pecado antes, pero ya no, ¿verdad?), y le deseé lo que todos los allí reunidos: ¡suerte, mucha suerte!… Yo que llevo casi 7 años en Miami nunca había logrado reunir a más de tres peloteros (o ex) de mis Tigres de Ciego de Avila, pero allí, de un solo golpe, se reunió una tropa en la que se alistaron como “retaguardias”, entre otros, Yogey “Yiyi” Pérez, Alien Mora, Yordanys Pérez, Pedrito Echemendía, Yozzen Cuesta, Eulogio Vilanova, Rolando Sosa y sus hijos Ricardo y Rolandito, y muchos otros avileños vinculados de una u otra maneras a la pelota “de allá” o “de acá”, o a ambas.
Y empezó el “party” con scouts autoinvitados llegados desde todos los rincones de la Unión Americana. Después de un ligero calentamiento y una marcada sesión de “stretching” se marcó una franja con conos naranja que arrancaba desde el home plate y entraba al left field. El comienzo, bajo unas nubes que amenazaban con mojar el ya húmedo terreno, no pudo ser mejor: el moreno hizo una corta carrera hasta la tercera base, de “reconocimiento”, y cuando la cosa fue “en serio” arrancó las primeras exclamaciones de “sorpremiración” (una mezcla de sorpresa y admiración), pues había marcado un tiempo muy respetable para aquellas 60 yardas: ¡ 6.39 segundos!…, esa (6.39) fue la primera cifra que escuché junto a un dedo pulgar hacia el cielo…después escuché otras, como 6.45, 6.54, y hasta 6.3 flat…
Todavía no conozco cuál es la “oficial”, pero sí coincidieron todos en que por debajo de 6.8 es muy buen tiempo. Este buen comienzo (no tuvo necesidad de hacer otra carrera) era el presagio de lo que vendría después. El sol dijo “aquí estoy yo” por aquello de que “no hay sábado sin sol”, y lo hizo ensañándose con todos los presente, pero especialmente con “la figura”, que se esforzaba al máximo, sabedor de que de esa demostración dependía casi de manera absoluta su futuro como pelotero o no de las Grandes Ligas.
Vinieron los tiros desde el right field a segunda base, después a tercera, y por último al home, y a medida que le separaban de las bases iban mejorando su potencia y su puntería (esos tiros al home volvieron a arrancar aplausos). Y después las cogidas desde el center field, para atrás, para alante, a un lado y al otro, flies, líneas, rollings… Y llegó el plato fuerte: el bateo. Y aquí fue donde nos “despachamos” con la cuchara grande, pues el chama las sacó varias veces por todos los jardines, pero dio unos estacazos que pasaron tanto por encima de la pizarra del left-center, como por la del center field…y por encima de las torres del alumbrado….
Cuando escribo esta nota todavía no he revisado los videos de este ejercicio para ver si logro ver las pelotas en esos viajes a las estrellas, pero los que allí se quedaron boquiabiertos no me dejan mentir (ni exagerar). Y si les digo que uno de esos señores de un gran equipo (no menciono el equipo por pura ética, pero me pica la lengua) fue a la cesta de pelotas a chequearlas, para cerciorarse de que eran las oficiales de las MLB y no había “trampitas” con ellas, ¿me creen?. ¡Más les vale!, pues muchos lo vieron.
De allí a la jaula de bateo para medir la aceleración de su swing, y los que saben por mirones de profesión solo hacían movimientos faciales y corporales de asentimiento. Y entonces le pusieron delante a un pitcher grandote que tiraba unas rectas de humo y algún que otro rompimiento, en cuatro tandas de 5 lanzamientos cada una…y aquí la candela, digo, el calor, ya estaba haciendo de las suyas, muy a pesar de las atenciones de los coaches, de lo pomos de Evian y Gatorade, y de los “breaks” que obligadamente debieron hacerse…
A todo ello súmele que un enemigo ausente por dos años hizo acto de presencia: la falta de juego en vivo, pero el nuestro dio sus estacazos, no los que esperábamos, pero los dio, y repartió líneas por todas las bandas, y contra las cercas, y algunos más allá… Cuando ya muchos pensábamos que se recogerían los bates vimos entonces al hijo de Tahimí y Julio haciendo lo que bien sabe hacer en el short-stop: fildear, tirar, pivotear, moverse para alante, pa’ los lados… Y los aplausos llovieron…no todos sabían que Rusney antes de outfielder se desempeñaba en el infield con mucho decoro.
Después vinieron los estrechones de mano, los abrazos, los autógrafos, las fotos, las entrevistas… Lo dejé cuando a las 2 de la tarde lo reclamaban para una obligada ducha y un almuerzo con los abogados, donde con toda seguridad se hablaría de…¿no lo imaginan?… Y los dejo…Voy a disfrutar de nuevo del arribo de una nueva estrella a las mayores: Rusney Castillo Peraza.
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